Pusimos en Google "adopción gatito negro majo"... y apareció la foto de Mojito (que por entonces se llamaba Django).
Le
habían dejado junto a sus hermanos en una caja de cartón, en plena
calle con apenas un mes de vida. Y yo andaba buscando un hermanito para
Nala.
Así que nos encontró... él a nosotras.
Cuando
decidí traer a Mojito a casa, él tenía tres meses. Gracias a nuestras
amigas de Protección Felina, pasó de estar en la calle a una casa de
acogida, hasta que su nueva familia pudimos recogerle.
Me enamoré de él en cuanto le vi, super cariñoso, entrañable, no dejaba de jugar, pero muy bueno.
Era la primera vez que tenía dos gatos a la vez, y en mi mente lo tenía perfectamente organizado:
- dejarle dentro del transportín para que Nala pudiera reconocerle sin arañarle
-
una habitación para él, con juguetes, mantita, un arenero, comida,
agua... de modo que poco a poco, pudiera ir reconociendo la casa, desde
un territorio más pequeño
- Feliway enchufado
- una caja de cartón, alias, el mejor juguete/refugio de cualquier minino
- comida de gatitos
Mi
plan era el siguiente: dejarles así la primera noche, e intercambiar
después areneros y camitas. Después, intercambiar habitaciones, para que
fueran reconociendo el olor de cada uno durante un par de días al
menos.
Por último, una red en la puerta para que pudieran verse sin hacerse daño, y finalmente juntarles pasados unos días.
Y Mojito se lo pasó todo por el forro.
Nota: a continuación, os contaré cómo fue la adaptación de Mojito. Pero por favor, generalmente, los gatos necesitan más tiempo, yo sólo tuve suerte. Seguid los pasos que os comentaba anteriormente y dejad que sean ellos quienes os digan cuándo ya están preparados.
El
primer punto fue normal. Entré en casa con él y dejé el transportín en
el suelo para que Nala pudiera olerle; obviamente, se erizó y bufó.
Llevé a Mojito a su "nueva habitación", pensando que estaría asustado. Nada de eso, estaba tan feliz.
Se
subió encima y empezó a ronronearme, para luego empezar a saltar por
todas las estanterías tan happy (menos mal que no había nada que se le
pudiera caer encima), pidiendo como loco salir de la habitación.
Esa
noche, dormí con Nala en mi habitación, con la puerta cerrada para que
Mojito pudiera explorar la casa, en vista de su carencia total de miedo o
sentido del abismo.
Y
se pasó tooooooda la noche maullando, intentando entrar en la
habitación, mientras Nala no dejaba de mirar, sin que ni una sola vez se
le erizara el lomo.
Así que ahí me veis, toda la noche entre Indiana Jones explorando el Templo Maldito, y la chica protagonista bajo los cojines.
Al
día siguiente, cada minino se quedó en lado de la casa, y aquí viene la
parte curiosa: uno maullando constantemente cuando yo no estaba, y la
otra como loca por ver quién estaba del otro lado de la puerta.
En
vista del afán exploratorio de uno, y sabiendo que Nala es la gata más
buena y tranquila del planeta, me arriesgué, y les junté al día
siguiente
¿Resultado? Ella salió huyendo, y el otro también... detrás de ella.
Tras
una hora de "¡Hola, soy Mojito! ¡No huyas!" y "¡Este gato está loco,
quién es!!!!!", dejaron de sonar las carreras en casa, y me los encontré
en la alfombra, reconociéndose.
De ahí, pasaron a jugar, a dormir abrazados, y a estar todo el día el uno detrás del otro.
Fueron ellos quienes me hicieron el mejor regalo de cumpleaños que hubiera podido tener.
(Nala y Mojito, al día siguiente de traer a nuestro enano a casa)
Namaste
Cristina
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